N°1084: Camino a la liberación de la esclavitud

CAMINO A LA LIBERACIÓN DE LA ESCLAVITUD 

UN MOMENTO PARA PENSAR

Cuando hablamos de Semana Santa desde la visión cristiana, hablamos de la síntesis del mensaje cristiano; es decir, celebrar el Kerygma =  el Mensaje de Salvación que nos trajo Jesús con su Vida, Pasión, Muerte y Resurrección. 

Este mensaje de salvación lo encontramos en el libro de los Hechos: 

“Israelitas, escuchen mis palabras: Dios acreditó entre ustedes a Jesús de Nazaret. Hizo que realizara entre ustedes milagros, prodigios y señales que conocen. Ustedes, sin embargo, lo entregaron a los paganos para ser crucificado y morir en la cruz, y con esto se cumplió el plan que Dios tenía dispuesto. Pero Dios lo libró de los dolores de la muerte y lo resucitó, pues no era posible que quedase bajo el poder de la muerte”(Hch. 2, 22-24)

Pero, en este punto quisiéramos poner énfasis en uno de los eventos muy poco celebrados en Semana Santa, y reducido a la celebración de la Consagración Sacerdotal. ¿Jueves Santo? O también conocida como “la Ultima Cena y Lavado de Pies”.

SENTARNOS Y CONVERSAR ANTES DE INICIAR LA CAMINATA

La Última Cena era muy importante para el Pueblo Judío, pues servía para recordar con ellos la Pascua, fiesta en honor al “Paso del Señor” en el que Dios liberó a Israel de la Esclavitud de Egipto y establecer con ellos una “Alianza” descrita en las normas de convivencia de los 10 mandamientos. Jesús elige esta celebración de la Pascua Judía para establecer una Nueva Alianza con el mandato de: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón,  con toda tu alma y con toda tu mente y Amarás a tu prójimo como a ti mismo

Jesús, como todo buen judío, celebró la última cena junto a sus discípulos para:

  • Y deberás recordar que fuiste un esclavo en Egipto, y observarás estos preceptos (Dt. 16:12).
  • Y este día será para ti un recordatorio, y observarás una fiesta para Dios, a través de tus generaciones observarás una fiesta en ordenanza eterna (Ex. 12:14).
  • Recordarás este día, en el que saliste de Egipto, de la casa de la esclavitud, porque la fortaleza de la mano de Dios te sacó de ese lugar (Ex. 13:3).

Quizás, al igual que los Judíos, sea el momento de sentarnos en familia y conversar sobre nuestros sueños y deseos de los planes que teníamos al formar una familia ¿hasta dónde avanzamos?; como hijos queríamos ser un apoyo en la vejez de nuestros padres ¿al menos les llamamos y les decimos gracias por lo que hicieron por nosotros?; de los sueños y utopías que teníamos para aportar a la situación social y política de nuestro país ¿la corrupción hizo que abandonáramos ese sueño de país que teníamos?;  como estudiantes queríamos ser buenos profesionales y que estaríamos al servicio de los demás ¿cómo se va cumpliendo estos nuestros sueños? 

Seguramente podrían surgir muchas más preguntas. Lo que hacía el pueblo Judío era sentarse en familia y recordad el paso (Pascua) de la esclavitud a la liberación. Pero esa liberación conlleva un nuevo Pacto, una Nueva Alianza en la que uno se promete a cambiar y entre todos elaborar nuevas reglas de convivencia para llegar a “LA TIERRA PROMETIDA”. Algunos teólogos de la Liberación llamarían “concretar el reino de Dios aquí en la Tierra”. 

Es decir, cada uno de nosotros tuvo una motivación que nos empujó a avanzar; a cambiar de estado de vida o lanzarnos a algo nuevo. Sin embargo, por pequeñas fallas o frustraciones, nos hemos desanimado y al final extrañamos nuestra forma de vivir del pasado:

“¡Si tan solo el Señor nos hubiera matado en Egipto! Allá nos sentábamos junto a las ollas llenas de carne y comíamos todo el pan que se nos antojaba; pero ahora tú nos has traído a este desierto para matarnos de hambre” (Ex. 16, 3).

Nosotros estamos gritando: mientras vivía solo… si no hubiera estudiado eso… si no hubiera hecho esto o aquello…, en otras palabras antes era feliz. Pues tal vez sea el momento de sentarnos juntos y hablar para hacer un nuevo pacto de convivencia y mejorar las condiciones familiares, comunitarias y sociales. Es decir salir hacia nuestra liberación personal y social. 

CAMINANDO JUNTOS

El primer paso, parece fácil, el paso de la esclavitud a la libertad… Pero la Sagrada Escritura nos muestra un caminar de “40 años en el desierto”, y esto se no es fácil. Cada uno de nosotros, al igual que el pueblo de Dios se interroga ¿quién proveerá agua y alimentos? la Sagrada Escritura no los pone fácil Dios provee a Israel de agua y maná (Ex. 16,8)

Bueno, la misma escritura nos describe la grave situación de esta “cuarentena” y una respuesta inmediata parece crearnos dioses falsos, mientras Moisés está en el Monte Sinaí:

“Moisés no bajaba del cerro y le pareció al pueblo un tiempo largo. Se reunieron en torno a Aarón, al que dijeron: ‘Fabrícanos un Dios que nos lleve adelante, ya que no sabemos qué ha sido de Moisés, que nos sacó de Egipto’. Aarón les contestó: ‘Saquen los aros de oro que sus mujeres, y sus hijos e hijas llevan en sus orejas, y tráiganmelos’. Todos se los sacaron y los entregaron a Aarón. El los recibió y fabricó un ternero de metal batido. Entonces exclamaron: ‘Israel, aquí están tus dioses que te han sacado de Egipto” (Ex. 32 1-4)

¿Dónde se encontraba Moisés? Pues estaba junto a Dios elaborando las nuevas reglas de convivencia, que nosotros conocemos como los 10 mandamientos. 

En el Nuevo Testamento nos preguntamos ¿Dónde está Jesús? Y la respuesta es simple:

“¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? No está aquí. Resucitó. Acuérdense de lo que les dijo cuando todavía estaba en Galilea: el Hijo del Hombre debe ser entregado en manos de los pecadores y ser crucificado, y al tercer día resucitará” (Lc. 24, 5- 7).

Bueno, ahora debemos preguntarnos ¿Qué reglas de convivencia nos trajo Jesucristo? ¿Qué Pacto con Dios nos dejó?

Nueva Alianza con el mandato de: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante a este: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas” (Mt. 22, 37-40).

Pero, en la Sagrada Escritura el pacto de Dios con su pueblo nos muestra que la salvación no sólo alcanza a los hombres, sino a la naturaleza en su conjunto, en Noé vemos lo siguiente:

“Miren, yo voy a establecer mi alianza con ustedes y con sus descendientes, y con todos los animales que están con ustedes y que salieron de la barca: aves y animales domésticos y salvajes, y con todos los animales del mundo… Ya no volverá a haber otro diluvio que destruya la tierra” (Gn. 9, 9-11).

Con Jesús, la Alianza lo leemos en el libro del Profeta Isaías:

“… hará justicia a los débiles y defenderá el derecho de los pobres del país. Su palabra derribará al opresor, el soplo de sus labios matará al malvado… El lobo habitará con el cordero, el puma se acostará junto al cabrito, el ternero comerá al lado del león y un niño chiquito los cuidará. La vaca y el oso pastarán en compañía y sus crías reposarán juntas, pues el león también comerá pasto, igual que el buey. El niño de pecho jugará sobre el nido de la víbora, y en la cueva de la culebra el pequeñuelo meterá su mano “ (Is. 11, 4-9).

La caminata a la Tierra Prometida aún es larga, los recursos económicos se acaban y los alimentos escasean; pero podemos aprender del pueblo de Israel:

“Entonces Moisés les dijo: Estas son las instrucciones: cada grupo familiar juntará todo lo que necesite… Algunos recogieron mucho; otros, solo un poco. Pero cuando lo midieron, cada uno tenía lo justo y necesario. A los que recogieron mucho, nada les sobraba, y a los que recogieron solo un poco, nada les faltaba. Cada familia tuvo justo lo que necesitaba” (Ex. 16, 15-18).

En el Evangelio de San Juan no tenemos el relato de la última Cena, por lo cual algunos teólogos consideran que la multiplicación de los panes y los pescados hace referencia a ello:

Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: «¿Donde vamos a comprar panes para que coman éstos?» Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco». Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?» Dijo Jesús: «Haced que se recueste la gente». Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda». Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido (Jn. 6,5-13).

Creo que ahí tenemos dos enseñanzas a aprender: a) comprar solo lo necesario para alimentarnos según la cantidad de nuestras familia y lo que necesitamos; b) si compartimos nos sobrará.

Creo que en esta Semana Santa debemos recuperar  esa práctica de nuestros padres de familia en estas fechas: 

Cuando era joven y vivía en Huanuni mi mamá cocinaba dos o tres platos de comida. Luego agarraba algunos platos, los más bonitos, servía la comida con lo que había cocinado y nos llamaba, a mis hermano y yo, y nos decía: Este plato vas a ir a invitar a tal persona… y la instrucción se repetía a cada uno de mis hermanos. Pues todos salíamos y cumplíamos con el mandato y luego regresábamos con las manos vacías. Pero al poco rato nos retornaban los platos, algunas veces lavados, otros con frutas y otros con comida.

Pero mi madre se sentía feliz de haber compartido lo poco que teníamos. Será que en esta Semana Santa y mientras dure la cuarentena ¿podamos compartir lo poco que tenemos? Jesús nos lo enseño en la multiplicación de los panes y pescados y Jesús nos dirá en Isaías 58, 6-7:

“El ayuno que a mí me agrada consiste en esto: en que rompas las cadenas de la injusticia y desates los nudos que aprietan el yugo; en que dejes libres a los oprimidos y acabes, en fin, con toda tiranía; en que compartas tu pan con el hambriento y recibas en tu casa al pobre sin techo; en que vistas al que no tiene ropa y no dejes de socorrer a tus semejantes”.

Julián Arias Carballo

Programa Diversidad – AMERINDIA ORURO

Unidad de Culturas – CEPA