La revitalización de un mito, Jorge Llanque, 2011

LA REVITALIZACION DE UN MITO

Jorge Llanque Ferrufino
COORDINADOR PROYECTO QAMIRIS AYMARAS
PIEB- CEPA

Toda la zona de Sabaya-Huachacalla, Todos Santos, Escara, pertenecía al señorío Karankas hoy conocido como Jach’a Carangas, las condiciones socio-estratégicas del lugar lo convirtieron en una zona de influencia económica, para el comercio con llamas, desde tiempos anteriores a la colonia, así como a la explotación de sal del salar de Coipasa, anteriormente zona de urus, posteriormente de aymaras, los sariris aymaras revitalizaban continuamente rutas de transporte de productos entre diversos pisos ecológicos, su influencia fue tal que incluso recibieron tierras por parte de los inca- quechuas en Cochabamba.

En la época colonial, el Estado colonial español debía contar con espacios y zonas de explotación de la materia prima, así como de explotación de los naturales de las colonias americanas. Para el caso del Departamento de Oruro, mientras se fundaba la Villa de San Felipe de Austria, para explotar minerales, se generaron similares características en el resto de las provincias del departamento (explotación de Plata en Turco por ejemplo, o en Salinas de Garci Mendoza), no hubo un proyecto de desarrollo integral, todo era explotar las riquezas minerales de la zona, de esa manera se produce la creación de postas para las mulas y caballos, lo que permitirá posteriormente la creación de pueblos centralizados, o el comercio con Argentina consolidó algunas rutas comerciales por el sector oriental del Departamento de Oruro, es el caso de Challapata, Kulta, etc., o en el caso de nuestra zona de Estudio la ruta hacia Tarapaca y Arica.

En la época colonial, Sabaya y los otros pueblos de la franja occidental de la provincia Carangas, tenía entre sus instituciones fundamentales la presencia del Gobernador de las armas, corregidor y justicia mayor. Además del cura del pueblo. Es prácticamente inexistente la presencia de gobernadores blancos o mestizos, sino al contrario se cimenta la presencia de Kurakas o caciques como grupos “élites” locales Estos señores generalmente supervisaban la recaudación del tributo, que era global para toda la comunidad. “Una encomienda podía (como en el caso del Jacha Carangas) unir más de un ayllu” (Albo y Barnadas, 1985:63)” (énfasis nuestro) y el envío de trabajadores a la mit’a, ellos velaban por el orden social local, en función al mandato del Estado colonial español, que decía que los indios se ocupasen en labores productivas, eviten la idolatría y el disenso.

Es en esta época que surge el mito de Pedro Martin Caputara Condor Villca como el prototipo del cacique- Gobernador de Sabaya, siendo fetichizado aun actualmente como el héroe mítico local, pero también el ejemplo a seguir, por el poder social y económico que refleja en Jacha Carangas.

Investido de un privilegio especial como es el contar con un caballo (el manejo de caballos y armas de fuego fueron prohibidos por los españoles a los indígenas); es interesante como menciona Gilles Riviere (1997)[1], que los posteriores caciques sabayeños se identifiquen con este gobernador mítico,

Aun hoy en los ritos ancestrales en Sabaya, a la autoridad máxima originaria se le denomina “Mallku Sabaya”. La presencia de esos caciques- gobernadores permitiría –suponemos- un mayor control efectivo de la corona, aunque sin la presencia constante de españoles, lo que permitió que en Sabaya como en Huachacalla y en otros sectores de la región (la comunidad tributaria a la usanza de Albo,1985) se organice una lógica andina aunque también con influencia colonial, pero con cierta libertad para organizarse y obviamente, la conformación de grupos de elite local (Qamiris) que posteriormente influirán en las decisiones locales como parte de una estrategia socioeconómica diferente al colonial.

El mito de Tata Sabaya en sus diferentes interpretaciones, versa sobre la siguiente línea base:

Pedro Martin Capurata CondorVillca en todos los mitos comparados (que constituye parte de la memoria histórica de Jacha-Carangas) asume el rol de cacique – gobernador ello merced a su linaje aymara y descendencia. Este reconocimiento cacical, se puede apreciar por el reconocimiento de la corona española, asimismo sus cargos debieron ser honrosos, pues es sujeto de un rango de distinción importante, el de tener un caballo[2] blanco adornado con estrellas de plata (como referente de la producción local de las minas). Como símbolos de su status y prestigio y el reconocimiento que debe otorgársele por parte de los mineros, corregidores y otros funcionarios y españoles, así como de la población nativa, su influencia debió ser tanta, que incluso el Rey obsequia a la población con una imagen de la Virgen.

Es reconocido como cacique-gobernador, como parte de la elite local aymara por todas las markas de Carangas, por lo que su influencia se aprecia a lo largo de los mitos; por ejemplo cuando asume el cargo originario en Choquecota. En este caso, Capurata debió haber realizado el bordeamiento (muyta) es decir el recorrido por todas estas markas -así como las autoridades originarias, tanto hilakata como alcalde comunal que van caminando por todas las estancias del ayllu, preguntando cómo están, que falta en las comunidades, que problemas tienen, etc.- en este caso Pedro Martin se constituye en el líder (cacique coordinador entre los dos mundos) de las markas de Carangas por este trabajo social que incluso podemos hipotetizar le permitió contar con la simpatía de todos los habitantes de Carangas, tal como jugaron el mismo rol, los caciques de Copacabana que ha estudiado Sinclair Thomson (2007).

El símbolo de distinción, el caballo y la estrella de plata, constituye precisamente, los factores identitarios a ser considerados aunque de manera inconsciente por los sabayeños, en este caso tanto caballo como estrella (la estrella, referencia al sol, al Villca, al irradiador de la riqueza pero que a su vez es re-distribuidor) son referentes de riqueza y un status elevado, incluso respetado por los propios españoles, es decir implica tener poder económico, pero también poder político. En la actualidad el caballo y la estrella de plata se reflejan en un vehículo último modelo como sinónimo distintivo.

Lo determinante del mito es que el cacique- gobernador se enfrenta a un poder colonial reflejado en el cura[3] y por ende al imperio español, lo que implica precisamente poder político excluyente y colonial refrendado a partir de su relación asimétrica con las markas, la república de españoles no tenía la suficiente injerencia para dominar completamente la república de los indios. El Estado colonial español toma acciones contra el cacique- gobernador por no asumir una posición pasiva, lo que se refleja precisamente en la acción del cura que desobedece las ordenes del cacique- gobernador, lo que le trae funestas consecuencias (encarcelamiento en algunos casos y muerte en otros) lo que le quita el favor de la corona española, producto de ello, el Estado colonial español a través de sus armas simbólicas, ejecuta una dura acción para eliminar la influencia del cacique- gobernador, el pueblo es maldecido y se produce un éxodo masivo del lugar (tanto en Choquecota como en Sabaya).

Su castigo por su rebelión al sistema español en ambos casos es la muerte, por la maldición del cura o el descuartizamiento, como señal de ejemplo y para evitar que el paradigma liberador se riegue por la zona, la corona le otorga un grotesco fin, que sus restos sean esparcidos en toda la provincia del Jach’a Carangas[4].

Los restos de Capurata, tienen un carácter fetichizador y otorga características peculiares simbólicas a la gente de las markas de Carangas, en cuanto a su oficio y a su personalidad. Siendo en este caso, los más beneficiados los sabayeños por contar no solo con los restos principales del cacique- gobernador, sino también a su mítico padre (el cerro Sabaya) como los elementos referenciales de la libertad de pensamiento y culto y la revitalización de sus costumbres a pesar del colonialismo interno del estado español o la república posteriormente, es decir que este mito se va reconstituyendo en el marco de las posteriores relaciones de dominación, es el eje identitario pero también de valoración sociocultural que reconstituye el legado dejado por Capurata en beneficio de sus nuevos emuladores. Esta fortaleza se refrenda por una elite local conocida como los Qamiris, que refleja precisamente una identidad sociocultural fortalecida y proclive a potenciarse más y más a pesar de todos los embates que generó el Estado de ese entonces, como el de la actualidad.


[1] “Tiempo, poder y sociedad en las comunidades Aymaras del Altiplano (Bolivia)”, in M. Goloubinoff, E. Katz & A. Lammel (edits.), Antropología del clima en el mundo hispanoamericano, Tomo II, Ed. Abya-Yala, Quito, 1997.

[2] En otros pueblos aymaras el jilaqata también gozaba de similares señales de distinción. “…Antes el jilaqata siempre tenia que tener su mula, era imprescindible.” (Carter. William y Mamani, 1989): 280.

[3] Es conocido que los curas mantenían ciertos servicios para los santos y vírgenes, lo que implicaba un poder paralelo al español, asimismo en denuncia efectuada por Bacarreza (1910) se ve que los mismos frailes cobraban pagos exorbitantes por la realización de bautizos, misas y festividades religiosas, a inicios de la administración colonial, los curas también impusieron la veneración a ciertas imágenes religiosas en el proceso precisamente de la extirpación de idolatrías, por lo que es posible que Pedro Martín Capurata CondorVillca cansado de los abusos del cura haya tomado esa determinación, con beneplácito del grupo originario.

[4] A esto debemos mencionar que el castigo entre los españoles en la época colonial se reflejaba a partir del descuartizamiento con caballos y posteriormente la exposición de los miembros del infortunado en las plazas principales de los pueblos, como señal de ejemplo, de esta manera se ajustició a Tupac Katari, en su sublevación indígena contra la corona.