MUJER SOLA, MADRE SOLA
Según los datos estadísticos (encuesta de hogares 2014), en nuestro país las mujeres jefas de hogar (reconocida así por los demás miembros del hogar) alcanzaban el 35,4 % a nivel nacional entendiéndose para ese fin “hogar” como “una persona o grupo de personas, sean parientes o no, que ocupan parte de una vivienda, comparten la comida y satisfacen en común sus necesidades básicas”. Según estos datos, de la totalidad de 2.137.000 madres, 18 de cada 100 son jefas de hogar. Sin embargo, quienes responden a los encuestadores tanto varones como mujeres reconocen como jefes de hogar a “los hombres”, no se pregunta por las jefas de hogar, a pesar de que en algunos casos sean ellas las que se ocupan de la manutención del grupo.
Soy mujer sola o soy madre sola. Significa que habiendo contado con una pareja, por diversas razones ésta ha desaparecido, quedando la mujer como única responsable del hijo, hijos, padres, nietos, es decir de lo que fuera una “familia tradicional” reconocida socialmente, en tanto los múltiples hogares a cargo de mujeres solas no siempre son bien vistos.
Peor aún si la mujer – madre es divorciada, madre soltera y tiene que emplearse en lo que pueda: lavar, vender. Con el riesgo del acoso cotidiano, de la violencia estructural y del romanticismo sobre su entrega abnegada que pesa como una espada sobre cada cabeza y sobre cada espíritu.
La realidad y la verdad de cada vida, se pierde frente a leyes obviamente generales. En sociedades tan multitudinarias, cada caso es un número más en la estadística.
María Eugenia: trabajadora del hogar “Su papá de mi hijito ha desaparecido, era policía. Dicen que se ha ido a Llallagua. Pero ese su carnet, no había sido. Ni su nombre no hay.”
Esperanza: auxiliar de enfermería “de joven quería estudiar siempre, pero en el campo no se puede. Las mujeres se casan, se van. Decía mi papá. Me escapé. Grave me ha costado, primero dónde vivir, dónde comer. De todo he trabajado.”
Eva: partera “quedé viuda con cuatro hijos. En la mina me aceptaron como palliri, mi esposo era minero. Ufff, negra nomás me decían, por el sol. Un día, no estaban las enfermeras en la posta y le ayudé a una mamá a tener su wawa. De ahí me quedé en la mina, dicen que por eso he perdido la vista. Dos de mis hijos han muerto. Abuela, bisabuela ya soy.”
Costa: vendedora, “No quería casarme. Donde pastoreaba, ahí él aparecía. Mi papá me entregó nomás, parecía bueno. Nueve hijos tenemos, pero ya no soportaba tanta paliza, lloraba, lloraba, mi ojo así hinchado caminaba. Mi último embarazo se ha perdido. De ahí, me vine a Oruro, a vender cualquier cosa. Trabajando en la mañanita vendo api para una señora y a veces salchipapas hasta las 11, 12 de la noche. Mis hijos, sacan cara por su padre. Mis otritos, conmigo están las mujercitas.”
Paulina: pastillera: “Hmmm, años me vendo aquí. Dulcesitos, tostado, higiénico, cualquier cosita alzan nomás. ¿Hijos?. Unito tengo, malcito de la cabeza es, alto, grandote. ¿Que será cuando yo no esté?. Harto miedo tengo. Artritis parece que tengo, así dicen.”
NN: desconocida, vive en la calle. No suele hablar con nadie, no bebe. Autismo tal vez. Hoy está embarazada.
NN: desconocida, cerca de 70 años, vive en la calle. Dos perros grandes la acompañan y un cachorro que lleva en una bolsa, su familia. Ella ha desaparecido, habrá muerto.
Aquellas madres solas, están en la lucha diaria con el carrito de jugos, de comidas, de lo que se pueda, para ganar unas monedas. “llévate manzanilla, eucalipto”, “chicle”, “salteeñaas”. Una mano que se extiende “regalamee” mientras algunos indiferentes compran CDs de películas o de música. Los medios de comunicación nos muestran las tragedias “un joven hijo, parapléjico”, “un esposo enfermo” “una niña con parálisis cerebral” algunos darán víveres, otros algo de ropa, que buenos. Gracias. Sin embargo, si la sociedad y las instituciones no convierten las leyes en hechos, en recursos, todas esas madres y mujeres solas, seguirán siendo y estando solas.
Ruth Carol Rocha Grimoldi
Unidad de Investigación – CEPA