Nº1068: Escuchar es ganar

ESCUCHAR ES GANAR[1]

En las últimas semanas la situación de nuestro país y otros del continente han llevado han definido el siguiente titular periodístico; “América Latina arde”. Las razones van desde intereses transnacionales hasta intereses y posturas de grupos y personas que pueden llegar a grados de violencia que marcan de por vida.

El presente artículo trata de ayudar a reflexionar sobre nuestras propias actitudes, posiciones e intereses que nos llevan al conflicto, incluso al interior de la familia, en el trato con la pareja o con los hijos. Si bien no hay recetas sino voluntades; por sobre todo debería primar el respeto, la tolerancia entre seres humanos sólo por serlo. ¿No es cierto que, al discutir con alguien, es muy frustrante no poder convencerlo sobre nuestras razones? Y cuando es uno el que está en el error, ¿cómo reconocerlo ante el otro sin sentir que pierde sin dejar que aflore la soberbia, el orgullo?¿Hay alguna forma de ganar una discusión sin que ninguno pierda?. Cada uno tiene la respuesta.

Toda discusión exige adoptar una buena estrategia. Es cierto que no existe ninguna que sea infalible o que sirva para toda situación, siempre será posible elegir una que ayude a obtener los mejores resultados. Para ello, el autor del artículo original plantea las siguientes circunstancias:

  • La adaptación, o concesión unilateral, es lo apropiado cuando convencer al otro podría resultar costoso, o cuando mantener la paz es preferible a resolver el conflicto.
  • Llegar a un arreglo, concesión mutua, es aconsejable cuando ambas partes tienen posturas y argumentos igualmente sólidos, pero solo funciona si los dos muestran voluntad de cooperar.
  • Retirarse de la situación conflictiva, resulta útil cuando es importante despejar una fuerte tensión emocional, o cuando uno necesita tiempo para repensar o reforzar sus argumentos.
  • La confrontación es un recurso, cuando se trata de una disputa cuya solución no debe aplazarse, cuando no hay otro remedio o cuando una o ambas partes piensan que no tienen nada que perder. Pero que posiblemente deje huellas o heridas que tardarán en superarse o nunca se curen.

Tácticas que pueden ser útiles y que al diferenciarlas y analizarlas nos pueden ayudar a comprender nuestros fallos y errores al tratar  situaciones conflictivas:

  1. Antes de discutir, calme sus emociones y póngase como regla conservar en todo momento la educación, sea paciente. En asuntos serios evitar tensiones y agresiones innecesarias. Las emociones juegan malas pasadas, nos llevan a decir cosas que no pensamos  seriamente o que no deberíamos hacer conocer a los otros. En este sentido la mejor aliada es la tolerancia y el respeto que señalan lo que cada uno es, y no lo que los otros son.
  2. Respete el espacio privado del interlocutor, no lo invada para evitar que el otro se sienta incómodo y acorralado. Guarde su distancia dependiendo de la edad, cultura, género, religión, nivel educativo.
  3. Conservar la calma es esencial para tener una discusión constructiva, modere su estado de ánimo y trate que su interlocutor  haga lo mismo. Los asuntos difíciles se pueden solucionar cuando la gente se mantiene tranquila y concentrada. Es inútil discutir con alguien que está furioso, cansado, angustiado, nervioso o bajo los efectos del alcohol u otro psicotrópico. Nunca se debería tratar de solucionar los problemas de noche, ni aprobar acuerdos. De hecho las manipulaciones son fructíferas, cuando la gente está cansada, tiene sueño o tiene miedo porque se reduce su capacidad de juicio y se doblegan con facilidad a cualquier idea. “Entre gallos y medianoche” dice un refrán popular.
  4. La dirección y el resultado de la discusión dependen de la actitud que adopta el que lo inicia. Hay que cuidar las palabras, la forma de decirlas, los ademanes y hasta la postura. Abrumar al interlocutor con cuestionantes, argumentos, amenazas, insultos u otro tipo de agresiones anula la interacción y hace que éste se defienda y contraataque, lo cual lleva siempre al conflicto. No es fácil mantener la equidad en las relaciones humanas, sólo las personas predispuestas y maduras hablan de igual a igual y con respeto.
  5. Recuerde que es de sabios cambiar de opinión. Al discutir, no sólo hay que estar preparado para defender lo que uno cree, sino también para cambiar de opinión. Cambiar ante el sentido común no es señal de debilidad. A veces, la inflexibilidad no es más que un signo de parálisis y de temor que lleva al desastre.
  6. Nunca diga nunca. Cuando se discute con alguien por principios o incluso por cosas intrascendentes se usan expresiones como “siempre” “jamás” ”hasta las últimas consecuencias” ¿Será que estamos tan convencidos de tener la razón siempre?. La vida, nos enseña que nada en el mundo es absoluto. No hay que confundirlos hechos comprobados con las opiniones y las conjeturas, menos aún por las mentiras fríamente calculadas. Antes de cuestionar las razones y los argumentos del otro, ponga en tela de juicio los suyos. Por raro que parezca, esto reforzará su posición.
  7. No caiga en provocaciones y busque soluciones. En una discusión, trate de no criticar a su interlocutor, sino de concentrarse en el problema. Refute los argumentos del otro con razones y datos concretos. Conserve la objetividad y no responda a los ataques. Si la otra persona insiste en usar tácticas destructivas, deje de discutir. A veces, hacer una tregua es la mejor opción. Cuando alguien adopta una actitud agresiva, es imposible convencerlo de nada, y mucho menos si se continúa con las agresiones. En una discusión personal, en vez de decir “¿quién de los dos tiene la culpa?” o “¿qué voy a hacer contigo?”, proponga “¿cómo podemos arreglar esto?”. Así ganará un aliado para resolver un problema común. “No hay que buscar culpables, sino soluciones.”
  8. No subestime el impacto emocional de sus palabras. Cuando vaya a demostrar algo, recuerde que sus argumentos deben ser lógicos, coherentes, claros y convincentes.  Para convencer a otra persona, a) debo tener autoridad sobre lo que digo, es decir debo estar seguro que lo que digo es real; b) presentar argumentos lógicos; c) los argumentos deben tener un valor emocional  para el interlocutor. Lo más importante es entender la escala de valores del otro.
  9. Nadie debería perder en una discusión. En nuestra sociedad, tan impregnada de la ideología competitiva[2] simplista, en la que la gente busca triunfar a cualquier precio. A menudo la victoria se valora más que al vencedor. Se trate de una pelea familiar, una discusión académica, o un asunto de trabajo, nos esforzamos siempre por ser el mejor, el que tiene la razón en todo, el o la que nunca se equivoca. Ahora ver a los demás como rivales ya resulta obsoleto, el mundo actual es complejo, interdependiente y para su funcionamiento se basa en la cooperación tácita.

Hay que abandonar la obsesión por vencer a toda costa. Y crear una sociedad donde nadie pierda y todos ganen. Dicen los teóricos del conflicto que “La verdadera victoria sólo se alcanza cuando todos ganan”. La verdadera victoria probablemente, radica en lograr cierta tranquilidad para el diálogo que permita identificar algunos acuerdos cruciales.

Ruth Carol Rocha G.

Unidad de Culturas – CEPA


[1]Tatarski, Igor. “Escuchar es ganar. Consejos de un experto sobre cómo discutir”. 2002

[2] Sea en el futbol u otro deporte, sea en los juegos de anime u otros que sublimizan el ganar, el tener poder sobre el sexo y el dinero.