Nº3: Treinta años, 15-09-04

TREINTA AÑOS

Llegué por primera vez a Oruro en septiembre de 1974, hace treinta años, y me quedé. Tomando en cuenta que tres cuartos de la población de Oruro no tienen todavía treinta años y que de los demás, la mayor parte durante algún tiempo se fueron a vivir en otra parte, puedo decir que pertenezco al pequeño grupo de menos de diez por ciento de la población que en los últimos treinta años permaneciá sin interrupción en Oruro.

Sin embargo, la experiencia de haber vivido la primera mitad de la vida en el Norte, no se borra. Queda no solamente como un recuerdo, sino como raíz y fundamento de lo que vino después y vendrá todavía. Queda sobre todo como cuadro de referencia para analizar y entender el impacto del Norte en la realidad del Sur.

Llegué en los tiempos del anti imperialismo, de la esperanza y la seguridad de poder romper los lazos de sumisión y de que los pueblos del Sur podrían conquistar el derecho de determinar su propio destino. Pero las ráfagas de la liberación encabezadas por los mineros, no lograron romper las cadenas. Es por eso que la presencia del Norte en el Sur queda dividido en dos campos antagónicos: una presencia solidaria con el pueblo y la otra extractiva en busca de ganancias

Es inevitable que estas dos corrientes del Norte, siempre de nuevo se enfrenten, que la una cuestiona a la otra, también en el Sur. En esta confrontación cada una tiene que identificarse, poner en claro a qué lado está.

De los versos de Yupanqui, que me acompañaron al momento de llegar a Bolivia, se me quedaron una pregunta y un encargo. La pregunta: ¿dónde está Dios? Por la tremenda sospecha de que están tratando de secuestrarle hacia la mesa de los ricos. Y la misión permanente e irrenunciable de procurar que “nadie escupa sangre para que otro viva mejor”.