Nº531: Deuda ecológica y evangelización, 28-09-09

En este número compartimos un artículo de contenido muy valioso que nos alerta y llama no sólo a la reflexión, sino también a buscar y tomar medidas urgentes de prevención y remediación si queremos mantener la vida en nuestra Madre Tierra.

DEUDA ECOLÓGICA Y EVANGELIZACIÓN

Entre las muchas deudas que nuestra sociedad y las Iglesias tienen está la deuda ecológica que es una de las más graves por las consecuencias futuras que conlleva.

La ecología es más que una técnica de administración de escasos recursos. Es, más bien, un arte y un nuevo patrón de relación con la naturaleza que hace que nos preocupemos suficientemente de nuestras necesidades, sin sacrificar el sistema Tierra, teniendo presente también a las futuras generaciones.

En el sistema Tierra se encuentran todos los ecosistemas con sus debidos representantes. Más que ocuparse de cada uno de ellos, por separado, la ecología se preocupa por las relaciones existentes entre éstos y todos con su respectivo medio ambiente, con el fin de mantener su equilibrio dinámico, su preservación, su regeneración y capacidad de evolución.

Las deudas que tenemos inciden sobre las cuatro vertientes principales de la preocupación ecológica.

Deuda ecológico-ambiental

Tenemos una deuda ecológico-ambiental formada por la suficiente calidad de vida de nuestra sociedad. Acabamos con casi 2/3 partes de bosques y cada día se destruye el equivalente a 100 campos de fútbol de la selva amazónica, producimos con químicos gran parte de los alimentos, 53% de la población carece de saneamiento básico, desperdiciamos casi la mitad del agua dulce que usamos y la atmósfera de nuestras ciudades está fuertemente contaminada. Ya nos encontramos dentro del calentamiento global que causará grandes prejuicios a la biodiversidad y podrá producir a partir de los años 2030 entre 150 y 200 millones de desplazados climáticos. El consumo humano ya exige un tercio más de Tierra, lo cual hace problemático la sustentabilidad global. Sólo saldaremos esta deuda con la moneda del respeto y del cuidado con la naturaleza.

Deuda ecológico-social

Tenemos una deuda ecológico-social debido a la injusticia social y ecológica. Estamos cansados del medio ambiente. Queremos todo el ambiente. Es decir, queremos el ser humano insertado en él, creando relaciones con la naturaleza y con los demás seres humanos de manera que pueda comer apropiadamente, trabajar para vivir con calidad, vivir sin riesgo. Muchos administradores adornan las ciudades con plazas, monumentos y parques pero mantienen un pésimo sistema de seguridad, abandonan los hospitales, descuidan la calidad de la enseñanza y no establecen una estructura adecuada de agua y alcantarillado. La injusticia ecológica se suma a la injusticia social. Unas 860 millones de personas sufren de hambre crónica y más de un billón no tienen agua potable suficiente. Todavía hoy mueren unos 15 millones de niños menores de 7 años por enfermedades que se pueden curar fácilmente. Solamente pagaremos esta deuda si damos gran importancia no al mercado, sino al ser humano, no a la competencia sino a la colaboración.

Deuda ecológico-mental

Tenemos una deuda ecológico-mental formada por los prejuicios, visiones erróneas del mundo, tradiciones que discriminan y no cuidan el capital natural. Especialmente grave es el excesivo antropocentrismo que penetró en casi todas las culturas. Antropocentrismo es aquella actitud que coloca al ser humano en el centro de todo y que imagina que las cosas sólo tiene razón de ser en la medida en que le son útiles y que puede disponer de ellas a su antojo. Ve la Tierra como algo inerte, res extensa sin espíritu. Por eso puede ser explotada sin piedad. Hoy sabemos lo que nuestros pueblos aborígenes testimoniaron: la Tierra es un gran organismo vivo, Pacha Mama y Gaya. Nosotros somos hijos e hijas de la Tierra que entramos en escena cuando 99,98% de la historia del universo y de la Tierra estaba concluido. Es un eslabón de la corriente de la vida, aunque singular, pero uno entre otros con la responsabilidad ética de cuidar y preservar el jardín del Edén. Existe una deuda que debe pagarla el sistema escolar por no saber educar para la alteridad de razas, culturas y religiones. Ni enseñó a percibir la parte en el Todo y el Todo en la parte, asegurando una visión holística. Deuda que también deben pagar las Iglesias que no supieron crear la conciencia de la reverencia, de la solidaridad cósmica y de la responsabilidad por el futuro común. Predicaron un Dios desligado de la creación y no como el Soplo que todo vivifica y el Eslabón secreto que todo liga y vuelve a conectar.

Deuda ecológico-integral

Tenemos una deuda ecológico-integral formada por la fragmentación de nuestros saberes. Cortamos la túnica inconsútil de la realidad en miles de pedazos y los estudiamos olvidando que eran partes del Todo. No aprendemos volver a conectar todas las cosas y a ver el universo en un grano de arena.

Somos fruto de un largo proceso de evolución que ya tiene 13,7 billones de años. Todo está ligado a todo, formando la gran red de relaciones de energía, materia, información, que constituye el universo, del cual somos parte. Podemos reconocer a través de todos los seres, la Energía creadora de todo, que liga y vuelve a unir todas las cosas haciendo que sean un cosmos y no un caos. Esa Energía es el Espíritu Creador, es Dios que siendo relación de personas hace que todo en la creación sea también constituido de relaciones incluyentes.

Sólo pagaremos esta deuda si aprendemos a ver el Todo en cada parte y en la parte el Todo y a nosotros a volver a maravillarnos con él. Y el que sostiene y confiere armonía y orden a este Todo es Dios Creador con quien el ser humano puede entablar un diálogo de amor y veneración.

Al pagar esta deuda ganaremos en cambio el sentimiento de pertenencia a una realidad mayor. Percibimos que el universo y cada uno de nosotros están anclados en el corazón de Dios.

No se hará una evangelización que atienda los desafíos contemporáneos si no incluimos el discurso ecológico. La humanidad ahora es consciente de que esta vez no habrá un arca de Noé que salva a unos y deja perecer a los demás. Las Iglesias con su valioso capital simbólico, sacramental y doctrinario pueden ayudar a salvar la vida humana y a garantizar la vitalidad de la Tierra.

Leonardo Boff

Fuente: La Misión en Cuestión: Aportes a la luz de Aparecida. AMERINDIA – Pontificia Universidad Javeriana – San Pablo, Bogotá, 2009, pp 117-119.

AMERINDIA es una red continental que se propone mantener y actualizar la tradición social y teológica de las Conferencias Episcopales Latinoamericanas.