Alicia: Acabamos de festejar la Virgen de Candelaria el 2 de febrero. ¿Por qué por segunda vez tendremos una Entrada a su honor a ocasión del Carnaval?
Gilberto Pauwels (CEPA): Eso es una decisión histórica de los habitantes de Oruro, más concretamente de los mineros. Fue tomada esta decisión colectiva después del entierro de Chiru Chiru, todavía en la época colonial. Antes habia dos fiestas: por un lado la fiesta patronal del Barrio Minero dedicada al la Virgen, y por el otra lado la fiesta del Carnaval, en la cual el Tio de la Mina tenia un lugar central. La junta vecinal del barrio se reunió y una de las decisiones que tomaron fue de juntar las dos fiestas en una sola, en la del Carnaval. Las razones que se mencionan en el relato de J.V. Zaconeta son: en estos días ocurrió la muerte de Chiru Chiru y el redescubrimiento de la imagen de la Virgen en su morada y, en segundo lugar, era el único tiempo en el año en que los mineros podían gozar de tres días de feriado para una buena fiesta. De hecho, con eso, estaban haciendo algo revolucionario: estaban unificando una celebración muy católica – una fiesta mariana – con otra, considerada de su adversario, del diablo, del demonio, que había sido identificado como el Supay. Según la visión de la Iglesia en aquel tiempo, hacían algo imposible.
Alicia: Pero lo hicieron y se mantiene hasta ahora. Es propio de nuestro Carnaval de Oruro. ¿Cómo explicas eso?
Gilberto: Es que la vivencia religiosa del pueblo no es siempre lo que quisiera y piensa la Iglesia institucional. Según la visión de la Iglesia, la Virgen se enfrenta con “los espíritus del mal”, mientras que en la visión popular, la Virgen se encuentra con “los nuestros”, con nuestros antepasados, con nosotros mismos. Esa es la verdadera decisión de los vecinos del barrio minero: basta ya de enfrentarse, déjanos encontrarnos. Permítanos de festejar juntos: la Virgen y su Hijo, los Supay, los Incas y todos estos grupos que reflejan algo de nuestro pasado y nuestro ser. Dos siglos después los obispos en el Concilio Vaticano II dicen lo mismo: basta ya de enfrentarse con las religiones nativas, en ellas está presente la Semilla del Evangelio, hay que respetarla y descubrirla. Eso es, creo, un gran mensaje del Carnaval de Oruro. Ha demostrado que lo aparentemente imposible, de hecha ya fue parte y es parte de la vivencia religiosa de los habitantes de las comunidades y ciudades de los Andes.
Alicia: Así que el Tio, la Diablada o los Supay no representan los “espíritus del mal”, aunque llevan la vestimenta del demonio de la tradición cristiana, traído desde Europa, igual como la Virgen. ¿A quién o a quiénes representan entonces los diablos que durante Carnaval visitan a la Virgen del Socavón o que están presentes en los socavones y reciben durante todo el año la atención de los mineros?
Gilberto: Lo que portan los Supay y el Tio son disfraces. En eso tienes razón. Han sido impuestos y encubren una realidad diferente, que no es importado. Existe un Memorial para el Rey Felipe II del año 1588 que es muy claro al respecto. Su autor es el padre Bartolemé Alvarez, que fue párroco de Sabaya y Aullagas (ahora Pampa Aullagas) en aquellos tiempos. Escribe que es falso, que es un error grande decir que Supay es el nombre del diablo. Afirma que el nombre Supay solamente se usa para los muertos que están en las sepulturas. Los Supay son personas que antes han vivido entre ellos, con quienes se comunican y a quienes entregan ofrendas. Podemos decir que el culto a los antepasados que forma parte de la religión ancestral, es comparable con la manera en que los cristianos mantienen viva la memoria de los santos. Quiere decir que el Carnaval de Oruro es el gran encuentro de la Virgen con el pasado, la tradición, la identidad y la vivencia religiosa andina. Fue un gran error, durante el proceso de cristianización, identificar los ancestros como espíritus malos. Los mineros de Oruro abrieron el camino al reencuentro.
Alicia: Los Supay son de aquí, y la Virgen?
Gilberto: También. Conocemos los relatos orureños sobre la ñusta incaica que se convirtió en la Virgen del Socavón. Escuché, en las comunidades, tradiciones orales que dicen que la Virgen está aquí desde siempre. La imagen de la Virgen de Candelaria probablemente se presentó aquí primero como Virgen de Copacabana, pero se encarnó de nuevo. La vela de cebo de llama, ya dio luz en las minas de Oruro en la época de los Incas. Eso me hace pensar en el primer mandamiento que nos repitieron una y otra vez en la formación como misioneros: “Recuérdense siempre: antes de que llegue el primer misionero, Dios ya está presente.” Evangelizar no es imponer es descubrir.
Alicia: En este sentido, el Carnaval de Oruro representa una oportunidad única de acercamiento y de diálogo. Pero, ¿somos realmente tan originales; no ha pasado algo similar en otras partes?
Gilberto: De hecho la necesidad de un diálogo interreligioso se presenta en todas partes, con mayor fuerza. Es un tema emergente para todas las iglesias, agrupaciones y expresiones religiosas. Pero en relación a la fiesta de la Virgen de Candelaria y el Carnaval, Oruro representa una experiencia única. Es llamativo lo que se vive en Puno (Perú) el 2 de febrero. Merece un estudio comparativo en algunos aspectos. Tengo conocimiento que en Chile hay por lo menos 12 lugares que tiene la Virgen de Candelaria como patrona. Y sí, hay un centro minero (de carbón) donde también la celebración de la Candelaria se une a la fiesta de Carnaval. Se llama Lota, cerca de Concepción. Lo más llamativo es la “chaya” (ch’alla), con juegos de agua de los cuales entre otros, los pasajeros del tren son víctimas. Más grande y conocida es la fiesta de la Candelaria del santuario de San Fernando, cerca de Copiapó, también zona minera. La fiesta se celebra el 2 de febrero y tiene como baile típico, el de los chinos. La Virgen Minera del Carnaval de Oruro es única.
Alicia: Lo que implica una responsabilidad muy grande…
Gilberto: … una responsabilidad que sobrepasa el mismo Carnaval como acontecimiento. Si aquí la Virgen provocó un reencuentro con los Supay, como “diablos” y como ancestros, nos toca dar seguimiento a lo que alguna vez el pueblo de Oruro puso en marcha.
Alicia Cuiza Churqui
Unidad: Formación y Comunicación – CEPA