Nº620: Carnaval de Oruro; Convenio AMDEOR – CORIDUP – CEPA, 01-03-11

ALGUNAS REFLEXIONES EN LA HISTORIA DEL CARNAVAL DE ORURO

El carnaval de Oruro es una fiesta cuyo sentido e historia debe entenderse a partir de procesos sociales e históricos concretos que definen a la población orureña. No se trata de buscar significados esenciales, que en muchos casos están desvinculados de la realidad y la experiencia vivida por este pueblo a lo largo de su historia. Por esta razón, ofrezco aquí una lectura diferente de las periodizaciones históricas que se hallan normalmente en los escritos del carnaval, se trata de una reflexión que podrán encontrar en una próxima publicación del Centro de Ecología y Pueblos Andinos CEPA, correspondiente a Marcelo Lara y Ximena Córdova. En el texto Marcelo Lara ofrece una interpretación histórica que consiste en:

1) El periodo colonial y la sub-alternización de las wak’as frente a los poderes dominadores de la virgen católica. Esto está reflejado en versiones orales como la leyenda de “Wari y los Urus”, donde las wak’as (sitios sagrados andinos) se convierten en plagas que son finalmente sometidas ante los poderes divinos de una ‘ñusta’, que no es más que la virgen de la Candelaria. También en la identificación definitiva del supay (el espíritu de los antepasados) como diablo, mismo que tiene que someterse a la virgen a través de la danza en una supuesta lucha del bien contra el mal. Elementos vitales en la historia del carnaval, que como parte del proceso de colonización, obviamente sufrieron una reinterpretación desde la mirada del ‘vencedor’. Es cierto que lo cristiano y andino están presentes en el carnaval, pero en una relación de subalternidad.

2) El nacionalismo republicano y la desindianización y nacionalización del carnaval. Ocurrida después de la guerra del Chaco. Hasta entonces el carnaval popular permanecía en el anonimato, tildado como el “carnaval de los indígenas”, “grotesco” e “inculto”. Con la necesidad surgida en la postguerra, de crear una identidad única del boliviano, se recuperan algunas tradiciones indígenas y se las valora como símbolo de “la” Nación. Los sectores de elite ingresan a participar en la comparsa de los diablos primero y después en otras. Así el carnaval es reconocido paulatinamente como la expresión de la “rica cultura boliviana”, por esta razón Oruro adquiere el título de “capital del folklore boliviano”. Los sectores populares e indígenas mismos, son desplazados por otros actores: las clases medias urbanas que normalmente se visten con ropas indias sólo en carnaval, pero que la mayor parte del tiempo los discriminan.

3) Los tiempos actuales y la globalización del carnaval. Lo cual no tiene tanto que ver con la amplia difusión del carnaval como modelo festivo dentro y fuera de Bolivia. Es evidente que muchas festividades han asumido la misma fórmula del carnaval de Oruro con ciertos matices locales, por ejemplo: Chutillos en Potosí, la Festividad de la Virgen de Guadalupe en Sucre, Urkupiña en Cochabamba y el Gran Poder en La Paz; además de otras fiestas más allá de las fronteras bolivianas como la Virgen de la Candelaria en Puno y la Tirana en Chile. La globalización del carnaval está más bien relacionada con el sentido de espectáculo comercial que ha adquirido. Peor aún, con el nombramiento de Patrimonio de la Humanidad, este sentido mercantilista se ha profundizado, tanto así que la mayoría de los esfuerzos de organización del carnaval están sujetos a los intereses del mercado. Se invierten muchos recursos para lograr agradar al turista con lo “bonito” del carnaval, pensado como totalmente serio y solemne, circunscribiendo la participación de la gente local a un segundo plano. Paradójicamente el carnaval como patrimonio de la humanidad, está dejando de ser cada año patrimonio de los orureños, que se ven excluidos debido a altas exigencias de participación: costos elevados de cuotas e indumentarias para bailar, encarecimiento de los espacios para espectar, etc.; todo por mejorar la “imagen” del carnaval espectáculo.

Marcelo Lara B.
UNIDAD DE CULTURAS – CEPA