Nº793: Murió el padre Santiago Monast: el “cura de poncho blanco”, 19-04-13

MURIÓ EL PADRE SANTIAGO MONAST: EL “CURA DE PONCHO BLANCO”

(falleció el  día miércoles 17 de abril de 2013, en Quebec, Canadá a la edad de 87 años)

Muchos quizás recuerdan al “Cura de Poncho Blanco”, con su porte de pecho erguido, de caminar apresurado, estrujando sus manos, jugando con sus dientes, poniendo su palma sobre la cabeza de cuanto niño se acercaba. Entre sus incontables caminatas a pie, una de las más largas en dos días fue desde Curahuara a Turco y el segundo día de Turco a Corque (unos 130 km).

 

El tiempo ha pasado, ahora el Padre Santiago Monast ha partido a la Casa del Padre. Nació en Quebec, Canadá, el 2 de enero de 1926. Su convicción: “Yo quise ser misionero, he venido como tal y fui feliz”. Llegó a Bolivia en el año 1954. Fue habitante de Turco desde 1958 y se consideraba un verdadero y originario “Turqueño”. Uno de sus aportes a este pueblo en particular fue el impulso para la construcción del colegio “Canadá” para la educación de los niños del lugar. Hasta antes de la revolución del 9 de abril de 1952, la educación era un privilegio de la clase “alta” que estaba concentrada en las ciudades y las capitales de provincia en algunos casos; no era de acceso público y abierto para todos.

En la capital Corque apoyó la creación del primer colegio denominado “Cristo”, que estaba a cargo de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada (OMI). Posteriormente en el año 1961, el colegio “Cristo” se convierte en la Escuela Normal Rural “Santa María” de Corque, que tenía por objetivo formar educadores para las escuelas del área rural.

Cabe relevar que los primeros estudiantes de esa época provenían de las localidades de Turco, Corque, Choquecota y Huachacalla y otras provincias. De ella egresaron nueve flamantes profesores provenientes de Turco (1964-1966).

Ángel Mollo, profesor normalista, recuerda: “Después de cuatro años de estudio egresé en el año 1964 como maestro normalista. Las clases se pasaban de lunes hasta sábado a medio día. De Turco a Corque teníamos que ir en bicicleta o a pie, porque no había movilidades para llevarnos a nuestras comunidades, ni para volver otra vez el domingo. Los Oblatos llegaron a Turco en 1955; el primero en llegar fue el padre Santiago Monast. El nos animó a los que estaban en el sexto curso; podríamos ir al colegio “Cristo” de Corque a continuar nuestros estudios. Los Oblatos nos facilitaban alojamiento y alimentación y nosotros teníamos que pagar poco a poco; en ese entonces era 24 Bs. por mes para alimentación y alojamiento.

Eduardo Atahuichi, profesor normalista, estudió también en el colegio “Cristo” y cuenta que habían unos 20 Turqueños. Solamente quedamos seis hasta el final, hasta la promoción. “A medio estudio murió mi padre y yo tenía una hermana menor. Tenía que ir a estudiar con mi hermana, pero por falta de recursos económicos tuve que dejar temporalmente mis estudios para ir a trabajar a Chile. Después de un año volví a estudiar. En Corque desde segundo de secundaria se podía ingresar a la Normal. El que nos ayudó bastante fue el Padre Santiago; los Oblatos siempre nos ayudaron, pero estábamos obligados a asistir a la misa. Recuerdo que Ángel Mollo y mi persona vivíamos casi en el atrio del templo. Ángel cantaba la primera voz y yo la segunda. En Turco de la misma manera apoyábamos al Padre Santiago en la iglesia.”

Los flamantes egresados de las tres promociones, con el apoyo del padre Santiago Monast, diseñaron e impulsaron la creación del colegio “Canadá” en Turco. Es así que el 10 de mayo de 1968, se fundó el segundo colegio en el área rural. Por agradecimiento al padre Santiago Monast, los Turqueños pidieron que lleve su nombre, pero el padre Santiago ante esta petición, sugirió que se llame “Canadá” como su pueblo natal. El fue el primer director.

Compartió su vida y su misión durante 36 años en los pueblos de Jach’a Carangas, departamento de Oruro, principalmente en las poblaciones de Turco, Corque y Huayllamarca, entre otros.

Durante su permanencia en la población de Turco logró tener alrededor de 200 ahijados. Fue siempre muy cariñoso con los niños a quienes los llamaba “ratoncitos”. Amaba la tecnología de su época, contaba con una biblioteca con muchos libros -entre los cuales se encontraba su obra “El Universo Religioso de los Aymaras”-, y videos en sistema Betamax y VHS. Fue un gran jugador del ajedrez. Su memoria era incomparable; recordaba cosas, nombres, lugares e historias de los pueblos con mucha facilidad y precisión.

Gracias, Padre Santiago, por todo el apoyo a las poblaciones aymaras, en particular a Turco.

Norma Mollo Mollo
Unidad de Formación y Comunicación – CEPA