Nº917: Anata Andino: Agradecer a los antepasados y a la Pachamama con flores, bailes y música para frutos y crías, 12-02-15

A los antepasados y la Pachamama

ANATA ANDINO

Agradecer con flores, bailes y música para frutos y crías.

Hablar del Anata Andino es hablar de la diversidad cultural existente en las comunidades del área rural de nuestro departamento. En esta celebración podemos ver, comprender, sentir y vivir la diversidad de expresiones en el Carnaval de Oruro en relación a la época del Jallupacha (tiempo de lluvia) del calendario del mundo andino.

Realizar un estudio general y en profundidad del Anata Andino, en este contexto, es bastante complejo, ya que cada comunidad, ayllu y pueblo indígena originario campesino tiene su propia particularidad. Esta celebración se encuentra estrechamente ligada al florecimiento de los campos y los primeros frutos de la producción agrícola; en consecuencia, es parte del agradecimiento a la Madre Tierra por los productos de la temporada de lluvias en la época del Jallupacha. “Es el tiempo de agradecimiento a la Pachamama por el florecimiento de los campos y el crecimiento de las crías de los animales. Por tanto, hablar del Anata Andino es hablar de la riqueza multicultural y de la dimensión religiosa de agradecimiento por la lluvia y los productos agrícolas y pecuarios”.

Este agradecimiento a la Pachamama se celebrará al son de instrumentos propios de la época, como son la tarka, la moceñada, el pinquillo, el t’uruma y la qunquta. Estos instrumentos permiten a los comunarios dialogar con la naturaleza y el cosmos; con estos instrumentos se pide lluvia para los campos y también se evita las inundaciones de sus terrenos.

En consecuencia, la diversidad cultural y las diferentes expresiones religiosas de las comunidades se han mantenido durante siglos a pesar de que durante el periodo colonial y republicano éstas prácticas quedaron invisibilizadas y acalladas por algunos sectores de poder que tienen como modelo de desarrollo la explotación y exportación de nuestros recursos naturales. En consecuencia, este modelo de desarrollo no considera el desarrollo integral de los pueblos, sino más bien motiva la discriminación y promueve la destrucción de la Madre Tierra.

Los que hoy participan del ANATA ANDINO afirman que sus prácticas culturales y vivencias religiosas están vivas como lo están sus antepasados que acompañan a las comunidades durante sus festividades. Es decir, sus difuntos o antepasados son los que acompañan la época de florecimiento de las plantas y por eso en los rituales los originarios les recuerdan y agradecen porque siempre acompañan a sus familias y comunidades. Quienes participan de este evento nos dicen: “Estamos en el tiempo de la flor, del huipacha. Anata quiere decir ‘juego de las flores’. Las flores no se ve todos los días en el altiplano, pero esta época hay flores y el viento les hace jugar. Lo más hermoso de la vida es la flor y en esta época está jugando con el viento; es justamente lo que cargamos en nuestros aguayos y con eso estamos en la entrada del Anata Andino”.

El día del Anata es la expresión especial que hacían nuestros antepasados para agradecer a la Pachamama por todo los bienes que nos da en nuestros hogares, en nuestras comunidades y nuestros campos. Ahora queremos demostrar a todo el mundo la alegría por nuestra producción y por eso estamos junto a nuestros hermanos de Oruro, Potosí y Cochabamba”.

Por otra parte es importante considerar que todo acto cultural, en el Mundo Andino, es la solicitud de licencia a la Pachamama. Se pide a los lugares sagrados y a los antepasados que protejan a la comunidad y que durante su participación en este Anata Andino no exista ningún tipo de inconvenientes ni problemas, sino más bien “que todo se lleve en un ambiente de confraternidad y armonía para nuestros pueblos”. En ese contexto la FSUTCO realizará la noche anterior a la entrada el ritual correspondiente para pedir permiso o ‘licencia’ a la Pachamama y que “sea un espacio de compartir lo que se vive en el campo entre toda la gente que se concentrará en la ciudad de Oruro”.

Para las comunidades no todo termina ahí, sino más bien es el inicio de una serie de festividades a realizar por este tiempo de las lluvias y esta época agrícola. Cada comunidad iniciará su celebración ya desde el Domingo de Carnavales. Por ejemplo, en la localidad de Bombo – del municipio de Huanuni – se llevará adelante el ‘warak’anaku’ (los comunarios se lanzan manzanas verdes con hondas). El día lunes y martes visitarán los sembradíos y se adornarán los campos. En algunos lugares, el martes por la tarde, se visitarán los corrales del ganado camélido (llamas) y ovino (ovejas) para ‘t’ikanchar’ (poner adornos) a las orejas de estos animales con lanas de colores vivos. Luego se realizarán ‘takipayanaku’ (intercambio de canciones entre hombres y mujeres) y bailarán compartiendo la chicha elaborada por ellos mismos. El día miércoles, actúan las comparsas, como sucede en Pocoata. Así podemos ir enumerando la riqueza cultural de agradecimiento a la Madre Tierra durante esta época agrícola.

Los instrumentos de la época que acompañan estas festividades son la tarka, la moceñada, el pinquillo y la qunquta. Estos instrumentos, según creencias de los comunarios, deben ser ‘serenados’. Es decir: los instrumentos deben ser dejados por toda una noche en cuevas por donde corre agua, con la condición de que el dueño del instrumento debe acompañar de muy cerca, pero no le está permitido observar. Algunos nos dicen: “Estos instrumentos serenados nos permite dialogar con la Pachamama. Además, el sereno nos da la tonalidad para participar de festivales y con eso siempre llegamos a ganar en los concursos”.

Otra de las características de la época es el ‘paqumaku’ con plantitas arrancadas después de realizar la ch’alla a la chacra. Esta ch’alla debe realizarse con mucho respeto. Estas plantitas, luego, son cargadas por las mujeres y al son de la tarqueada son llevadas hasta sus hogares. Posteriormente las plantitas son colocadas sobre una mesita para realizar un ritual, pidiendo a la Pachamama que la cosecha del año sea fructífera y el alimento no falte en los hogares. Esta práctica cultural aún se mantiene en muchos lugares, pues permite compartir los productos agrícolas con quienes no tienen siembras, pero con la condición de que realizan la ch’alla correspondiente con serpentina, coca y un poquito de alcohol. Haciendo esto, la persona visitante puede arrancar un par de matitas de la chacra pidiendo permiso a los ancestros y a la Pachamama y agradeciendo por la comida que será otorgado para todo el año.

Julián Arias Carballo

CEPA – PROGRAMA DIVERSIDAD