¿Cosecha de agua de lluvia? Prueba el arsénico
En comunidades de todo el mundo, la lluvia puede ser una de las pocas opciones seguras para obtener agua potable.
Lejos del suministro de agua corriente, muchas familias de países ricos y pobres dependen de fuentes naturales de agua no tratada, como lagos, ríos y pozos privados, para obtener agua potable. La situación los hace más vulnerables a las enfermedades transmitidas por el agua. Según estimaciones recientes, hay casi mil millones de personas en todo el mundo para quienes esto es una realidad.
En algunas zonas, incluso estos suministros de agua inadecuados están demasiado contaminados o están desapareciendo por completo. En estas situaciones, la gente mira a la lluvia en busca de alivio. En las regiones mineras de Bolivia, por ejemplo, los ríos corren negros con desechos; los lagos se secan hasta convertirse en nada; el agua subterránea se vuelve más salada que el mar. En esta situación, el agua de lluvia se considera a menudo como el único recurso hídrico que queda y que no ha sido afectado por los relaves o inodoros aguas arriba.
La captación de agua de lluvia se promueve a menudo como una alternativa viable a las aguas subterráneas contaminadas. También es un medio importante de adaptación al cambio climático en todo el mundo. Incluso en las regiones semiáridas, el agua de lluvia puede proporcionar suficiente agua potable a las familias a lo largo del año si se captura y utiliza adecuadamente. Los pequeños sistemas de captación de agua de lluvia también pueden ser una fuente importante de agua para las poblaciones vulnerables en zonas de conflicto y campamentos de refugiados.
A pesar de la percepción de que el agua de lluvia es pura, existen innumerables riesgos de contaminación del agua de lluvia en la atmósfera, en el proceso de recolección y durante el almacenamiento.
El tipo más común de contaminación del agua de lluvia recolectada es el microbiológico. Las bacterias pueden proliferar fácilmente cuando las tormentas arrastran la suciedad y los escombros a los tanques de agua de lluvia. Sin embargo, este tipo de contaminación a menudo se resuelve fácilmente con métodos de desinfección sencillos y de bajo costo, como la lavandina.
Más preocupante es la presencia de contaminantes que no se eliminan fácilmente a través de los mecanismos de tratamiento en el hogar o en el punto de uso, especialmente en áreas remotas o de bajos recursos donde la recolección de agua de lluvia es más crítica. Estos incluyen contaminantes químicos como el arsénico, el plomo y otros metales.
Para investigar estos riesgos, en colaboración con el Centro de Ecología y Pueblos Andinos (CEPA), el Comité Académico Técnico de Asesoramiento a Problemas Ambientales (CATAPA) y el Comité Central Menonita, decidimos probar la calidad en los sistemas de captación de agua de lluvia en una remota región minera de los Andes bolivianos. Durante el transcurso de 22 meses, que abarcaron dos temporadas húmedas, probamos 18 tanques previamente instalados en busca de contaminantes químicos y microbianos.
Debido a la temperatura ambiente extremadamente fría que persiste en los Andes durante gran parte del año, encontramos que la contaminación microbiológica era poco preocupante. La calidad química del agua fue mejor con respecto a los pozos y ríos cercanos sin protección.
Sin embargo, descubrimos algo sorprendente. Arsénico. En el transcurso del estudio, las concentraciones de arsénico se mantuvieron consistentemente por encima del límite permitido para el agua potable por la Organización Mundial de la Salud de 10 partes por billón (ppb) en cada tanque. La concentración promedio de arsénico encontrada en todos los tanques fue de 20 ppb, y el 96% de todas las mediciones mostraron algún nivel de arsénico detectable. La concentración más alta encontrada fue de 50 ppb, o sea cinco veces más sobre el límite permitido lo que garantiza la salud.
Aunque no pudimos identificar la fuente principal de arsénico en el medio ambiente—ya sea natural o movilizado como resultado de la fuerte actividad minera en el área y a través de pruebas de seguimiento, determinamos que la fuente principal de arsénico es el polvo acumulado en el techo que se vierte al tanque de agua arrastrado por la lluvia. Sólo se necesitaron 24 horas para que un cuarto de cucharadita de polvo mezclado con agua desionizada elevara los niveles de arsénico disuelto por encima de los apropiados para la salud. Sin embargo, las pruebas realizadas con los materiales del techo y de las canaletas no dieron lugar a ninguna lixiviación de arsénico en el agua.
Los resultados logrados se publican este mes en la revista académicaScience ofthe Total Environment(La Ciencia del Medio Ambiente Total) y refutan la suposición respecto a la recolección de agua de lluvia como una alternativa completamente segura. Por ello, se debe tener cuidado de evaluar todas las posibles formas de contaminación del agua de lluvia, especialmente en áreas de la industria pesada, como la minería, la cantería, la fundición, o la fabricación de ladrillos, etc. Estas actividades pueden causar que el polvo rico en arsénico sea liberado al medio ambiente y eventualmente se asiente en los techos que recogen el agua de lluvia. El arsénico natural en los suelos o el arsénico en los plaguicidas también podrían ser fuentes peligro de algunas zonas agrícolas.
Estos hallazgos destacan la necesidad de incluir el arsénico como un parámetro estándar de monitoreo de la calidad del agua en los escenarios de captación de agua de lluvia, algo que rara vez se hace. Los equipos portátiles de arsénico están ampliamente disponibles a nivel internacional y deberían incluirse en el presupuesto de cualquier proyecto de captación de agua de lluvia. Utilizamos la prueba ITS Econquick Test y el Arsenator de Palintest. Otros metales traza también pueden estar presentes en el agua de lluvia. El plomo, el cadmio, el mercurio, el cromo y otros también podrían ser un problema en algunas áreas, ya que la composición del polvo variará de un lugar a otro, y merece un estudio más profundo.
Nuestros resultados también señalan la importancia de utilizar un sistema adecuado de primera descarga durante la recolección de agua de lluvia. Un sistema de primera descarga desvía los primeros litros de agua durante una tormenta, ya sea de desecho o a un depósito secundario, para evitar que el polvo u otra contaminación en el techo escurra en el tanque de almacenamiento primario.
Encontramos que, aunque los primeros sistemas de descarga que probamos evitaban que entrara algo de polvo en los tanques, no eran lo suficientemente grandes, y aún así permitían que entrara suficiente polvo para aumentar significativamente las concentraciones de arsénico. Un sistema de primera descarga generalmente debe ser lo suficientemente grande para capturar aproximadamente 40 litros por cada 100 metros cuadrados de área de techo. Según esta regla empírica, los sistemas que probamos eran cinco veces más pequeños. CEPA y CATAPA están actualmente experimentando sistemas más grandes de primera descarga, para evaluar su capacidad de minimizar el impacto del polvo en asentado de los techos sobre la calidad del agua.
En general, el agua más segura aún puede provenir de las nubes, y este es ciertamente el caso en el área de Bolivia donde se realizó el estudio. En comparación, las concentraciones medias de arsénico de las aguas subterráneas y superficiales cercanas tienen un orden de magnitud superior a las del agua de lluvia.
La pregunta a largo plazo no debería ser simplemente: “¿Qué agua es la más segura en comparación con las demás?” Más bien, debemos esforzarnos por hacer que toda el agua potable sea segura, para todas las personas, en todo momento.
Riley Mulhern
Publicado originalmente en ingles: www.EngineringforChange.org
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