LAS PRESIDENTAS URU: ALEJANDRINA, RUFINA, MARÍA
Después de varios años de acompañamiento del CEPA a las comunidades Uru, se constató que los roles femeninos como en otras zonas rurales se caracterizan porque las mujeres deben asumir numerosas responsabilidades en el ámbito de sus hogares y de sus comunidades, así como enfrentar varios grados de exclusión, tanto en el ejercicio de los cargos y de la participación pública, no sólo porque las reuniones y asambleas son consideradas ámbitos comunales masculinos sino como porque ellas mismas se relegan de la toma pública de decisiones. Aun cuando ellas también deben dar respuestas a problemáticas como: la producción, la comercialización sea en la pesca, en productos artesanales, medicinas tradicionales o el intercambio de productos. Empleándose además en el pastoreo, en la recolección de la ajara y de plantas medicinales, en las siembra – cosecha de la quinua u otros productos, lavado de ropa, hasta como peones en construcción. actividades que se suman a la preparación de alimentos, al tejido que proporciona gran parte de la ropa a la familia, a la recolección y transformación de la chillawa, totora o quewilla para artesanías, además de las labores del hogar (cocina, cuidado de niños, lavado de ropa).
Durante la dolorosa y gran sequía del lago Poopó que se extiende desde los años 2016 – 2017 hasta la fecha, y después de numerosos acercamientos con talleres y reuniones mixtas y “sólo” con mujeres, el año 2018 las tres organizaciones de mujeres Uru logran su reconocimiento legal con la otorgación de sus personerías jurídicas de parte del Gobierno Autónomo Departamental. Con las que se busca lograr la “Valorización y fomento de la participación de las mujeres Uru en la economía y la toma de decisiones”.
Institucionalmente, se había proyectado el establecimiento de una organización, que alcanzara articular las expectativas de las mujeres de las tres comunidades Uru, sin lograr tal instancia. Cuando ya se daba por infructuoso cualquier otro intento y otra reunión más. Desde la comunidad Uru de Vilañeque, un buen día llegó a la oficina de CEPA Doña Alejandrina Álvarez, presentándose como la presidenta de la organización de mujeres de su comunidad. Que llegaba con la férrea decisión de hacer “levantar a las mujeres”, para lo cual contaba con el apoyo de sus autoridades. Así, se acordó reuniones de información y organización que a la larga completó la directiva con Sabasta Valero, Zenobia Zuna, Porfidia Alvarez. Después de una entrevista con el alcalde de Challapata, las reuniones se convirtieron en reuniones para “reflexionar y escribir” el estatuto orgánico que es un requisito para ser reconocidas y apoyadas por su municipio.
Un primer resultado en este aprendizaje conjunto, se dio durante una feria artesanal, donde las mujeres contaron sus proyecciones a las hermanas de Llapallapani y de allí surgió la nueva “Organización de Mujeres Artesanas Urus Llapallapani” y una nueva Presidenta, Doña Rufina Ríos que con el apoyo de su directiva Antonia Quispe, Alicia Flores, Macaria Soto, Marta Bejarano convocaban a la redacción de su Estatuto Orgánico, que se constituía en la clave para acceder a una personería jurídica y a nuevas oportunidades frente a su municipio, Santiago de Huari y frente a otras instituciones. Con esta esperanza, fue el primer documento terminado y aprobado, después de varias reuniones y encuentros donde la hermandad y alegría daban paso a verdaderas amistades y reflexiones sobre la situación de las mujeres, que permitía el acompañamiento de las mamás jóvenes por las mayores y del grupo de niños y niñas siempre presentes.
Puñaca Tinta María no tardó en conformar su propia directiva y solicitar el apoyo institucional para contar con su propio estatuto, para lo que eligieron a su Presidenta Doña María Choque Álvarez y al resto de la directiva Pamela Sequeda, a cuya convocatoria se pudo aprobar su estatuto como “Asociación Integral de Mujeres Urus Puñaca Tinta María: Artesanía, Turismo y Agropecuaria”.
La redacción, aprobación de los estatutos y la consecución de los requisitos, no sólo se remite a las reuniones y talleres, sino sobre todo a la preocupación y compromiso de las tres presidentas que en cada caso llegaban a la ciudad sacando tiempo al tiempo para preguntar por su trámite. “Vine a comprar carne. De paso estoy viniendo” “¿Cómo es hermana, que ha dicho?” ¿Qué más hay que hacer?”, “por lana he venido, antes de irme quería saber cómo está lo del estatuto”, “carnecita necesitaba, mi caballero está esperando en la parada”. Y así casi siempre, por varios meses. Sin renunciar, y a pesar de todo: “parece que se molestaron, ¿no?” “has visto, se cansaron parece” “no pueden tratarnos así”.
Jamás claudicaron las hermanas “presidentas” y fueron ellas las que recogieron las personerías de las organizaciones que fundaron. Sólo entonces cumpliendo con el mandato de su cargo, pasaron la responsabilidad a las siguientes directivas electas en cada comunidad. Si bien se ha dado el primer paso, que era el legal. Obtuvieron también el reconocimiento legítimo de sus autoridades comunales “las señoras nos han ganado en el trámite, y ya tienen su personería”.
Aunque el futuro en el lago es siempre incierto y el siguiente paso es siempre empezar de nuevo, ahí están las mujeres Uru siempre resistiendo y siempre presentes, para afrontar los retos.
Aprendizajes en este proceso:
Una propuesta institucional, puede y debe ser reformada según las necesidades de las poblaciones con las que se trabaja. Conformar una sola organización de mujeres Uru, condicionaba los niveles de coordinación, de definición de objetivos y de articulación a sus respectivos municipios. Lo que nos lleva a constatar que en los hechos cada asentamiento ha sido desvinculado uno de otro por la distribución político administrativa sobre su territorio.
Las familias (mujeres) que permanecen hasta el momento en su comunidad son más vulnerables por la pérdida del agua y la salinización del lago Poopó, ya que la sequía se traduce en la pérdida de la caza y la pesca como actividades de subsistencia y de la agricultura en pequeña escala; situación que las obliga a vincularse a numerosas actividades que no siempre les permiten tener tiempo para capacitarse y pertenecer a una organización, más aún si se ha dejado la escuela muy temprano.
La obtención del reconocimiento legal, no avala la buena marcha de las organizaciones sino se logra la verdadera participación, aspecto difícil de garantizar. Por lo cual, las instituciones deben acompañar procesos formativos e informativos altamente cualitativos a mediano y largo plazo, lo que lleva a repensar las estrategias de trabajo. Una sentida necesidad fue siempre, contar con un espacio dónde acoger a las mujeres: las plazas siempre, en viento y en sol, la posta, el PAN, un patio. Y tres espacios para juntarse todas, el encuentro deportivo, las ferias y los talleres conjuntos en CEPA que logran un cierto nivel de coordinación entre Vilañeque, Llapallapani y Puñaca Tinta María.
Ruth Carol Rocha Grimoldi
Investigación – CEPA
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